FATAL PREDICTION FEST III

FATAL PREDICTION FEST III: CATACLISMO QUE DEMOLIÓ LOS CIMIENTOS

Escrito por: Mario Gonzalez
Fotografías por: Luis Yañez

TO KILL

Meandro nauseabundo que logra oscilar de gran forma sobre la cornisa de sonidos primigenios, con características propias, nos remontan a tiempos de pasado arcaico, rudo y cuantioso. Siendo el alicaído mañana el voluble que se derrite por el caos que se vuelve supurante, mientras los instantes se embadurnan pantanosos, creciendo en el orden del tiempo que estancado permanece virulento en el aire con olor exquisito muerte.

Cavernosos en el tiempo, cada melodía llena de putrefacción de To Kill se vuelve una corriente supurante que en cada riff la muerte toma frecuencia para seguir la constante lucha que en desatados sones se acelera la premisa para irradiar ese caos que el orden dispone.

Como en un film de cine giallo, los tonos oscuros toman con agresión la apertura del Fatal Prediction Fest III siendo To Kill una metralla avasalladora que vuelve el escenario en color sangre, cuándo el frenético machacar constante domina el escenario, siendo la opacidad la que se inunda de hemoglobina oxigenada y la cadencia cavernaria sigue tomando por asalto, a cada cuchillada ensangrentada.

WEIGHT OF EMPTINESS

Weight of Emptines sulfura la tierra como un volcán en plena erupción, con sones que atiborran nuestros sentidos, como venidos desde la vorágine que mantiene el equilibrio del centro terrenal, dónde pareciera más fácil detener los segundos e inundarse de la salvia intrínseca que naturalmente nos proyecta a una catarsis perfecta.

Weight of Emptiness nos transporta a las profundidades del averno en dónde yace la arcilla negra que al pasar el tiempo se vuelve brava, intensa, cómo esperando esa ebullición que proviene desde las mismas fauces de la tierra, magma incandescente que se abrió paso en una noche que marcó la senda venidera a sonidos que se vuelven esencia, ya que en este camino nos convertimos en polvo por el eterno. 

El trino golpea una y otra vez como un hacha en la cabeza de aquellos miopes que no son capaces de abrir los ojos a la ceguera diaria en la cual se cobijan, mientras Weight of Emptiness nos lleva a escuchar en la nieve, debajo del frío reinante los pasos sigilosos de un viejo que se mantiene quieto por los siglos de los siglos.

Lo de anoche fue un nuevo salto cuantitativo a dimensiones en las cuáles el ser humano no siempre ha pisado, proponiéndonos un viaje de significativos momentos por los cuáles nuestra mente divaga para encontrar ese camino que nos devuelva los pies a este maldito infierno.

HATE

Desde la tierra infértil, esa que recorre con tirria estoica desde las cordilleras hasta el mar negro que inclemente contamina las costas del planeta, va circundando un sonido que proclama inmensidad y reconocimiento.  Desde el dominio colmado de historia emerge Hate que se nutre de la malignidad ancestral para presentarse sobre el escenario del Cariola con una calidad soberbia, oda al metal negro directamente influenciada por la oscuridad eterna, que se manifiesta en un rito lleno de ocultismo, dando rienda suelta a esos vastos sonidos que por lacerantes se vuelven armoniosos en su devastación profunda

Hate hace que las ruinas de la cristiandad vuelven a temblar de miedo, al percibir el poderío que entrega en su sonido, tornando todo su odio a esa maldita creencia que solo nubla la mente y dogmatiza los caminos.  Sonido refinado y maduro, marcado por su propio cuño, el cual profesa pestilencia y malignidad severa, que nos sitúa en los márgenes del caos, que ha fuego se ha marcado y en cada golpe desata toda su furia inherente.  Machacar constante en donde el odio perenne se vitaliza a cada segundo, es una marcha fúnebre que se nutre de su propia esencia para no dilapidar nada y entregar en purgados cortes toda su mal sanidad. Presentación soberbia que sigue elevando a Hate a ese caos reptante lleno de sentir apabullante.

BRUJERÍA

Noche de ritos satánicos, descontrol, metal y alcohol, el desmadre fue una constante en una noche en dónde el humo de la mota narcotizó a todo el Cariola. Brujería comienza el ritual narco – satánico y el fuego del infierno se hace presente quemando a los primeros güeros, para una noche que pasó encendida por el fulgor del metal, corría cerveza y los bangers desataron un mosh que por momentos no dio tregua, en cancha todo era un mar satánico de personas que disfrutaban a rabiar cada tema que escupía, El Sangron, combos, patadas y constantes luchas emergían como hongos narcóticos provenientes del mismo infierno.

El desmadre buscó pendejos, vírgenes y güeros que se sumaron a un ring lleno de sangre y sesos, hervidero humano, el calor en el recinto de San Diego era casi asfixiante y la única solución parecía beber como condenados por el mismo Satanás los elixires que desde las tinieblas se ofrecían en el lugar.

Brujería deja todo en el escenario, descargando oleada tras oleada de pura violencia soterrada, La migra se vivió con un descontrol absoluto que no entregó respiro, todo el Cariola ingreso al ejército de Brujería transformándose en unos pinches soldados satánicos.

Descontrol, brutalidad, metal, locura, desmadre, marihuana y los ritos satánicos sonaron más fuerte que nunca en esta noche dónde las hordas del mal vociferaron al ritmo de Brujería.

Muchos llegaron con Colas de Rata llevando leños de mota y apestando a chivo, chango o cerdo. Por eso echando chingazos no se hizo esperar y el hay que pelear, hay que pegar era una constante en el lugar. La ley del plomo ejerció todo su poder en esta noche que como máquinas del diablo fuimos horadando, mientras la Marcha de odio entregó sardos de raza golpeaban con furia para Lucifer.

Revolución llego para hervir la sangre y los miles de cabrones que llenamos ese hervidero vociferamos ¡Viva Zapata, Viva Chiapas, Viva México, Viva la revolución! Muchos seguían al pie de la letra los concejos narcos, la mota en el ambiente se respiraba más que el mismo aire.

El Matando Güeros cierra una jornada en dónde Brujería nuevamente masacró la noche de Santiago en un claro homenaje a Juan Brujo y Pinche Peach.

VLTIMAS

Las tinieblas alzaban su penúltimo bastión para seguir destruyendo una noche inundada por una ebullición soberbia llena de ese maldito Metal que transpira muerte y pestilencia. La oscuridad perenne emergió desde la cerrazón más profunda para inundar la capital en un manto de corroído Metal, con esa putrefacción llena de disonancia que le permitió avasallar con todo el lugar. 

Vltimas ofreció una actuación excepcional, banda tremendamente bien aceitada, complementada, como si llevarán décadas tocando juntos y nos entregaron una presentación plena y llena de blasfemias que fue un deleite sin misericordia alguna.

La libertad de David Vincent para manejar a las mil maravillas esas vocales de ultratumba es soberbia arriba del escenario, el desplante del frontman es inigualable y el pasar de los años solamente le entrega mayor envergadura a una actuación que destella categoría.

Vltimas golpea sin miramientos el pútrido rostro, con riffs que llenan cada segundo sin darte tregua, sin entregarte ni un atisbo de piedad, agregando esa oscuridad implacable gracias al gran oficio de Blasphemer. La ejecución nos transporta a un mundo ennegrecido y disonante, el trabajo en batería es notable, transformando cada sonido en una tortura para el creyente que se inunda por ráfagas de tortura.

La voz de David Vincent suena más agresiva, y potente de lo que ha sido durante mucho tiempo, y el uso del canto limpio agrega un elemento algo ritualista a la atmósfera ya oscura y siniestra. Con sones que nos sumergen en el fuego eterno, la banda es despiadada a cada momento, sin respiro el oxígeno se agita en el aire carcomiendo los pulmones, que atiborrados de azufre fue lacerando a los cuerpos que llenaron el teatro, para desmembrar sus almas sin lamentos.

Es allí es donde la soterrada ausencia de luz no da tregua, emergiendo la abominación sobre la tierra, Vltimas aplaca todo intento de escape de expiación por tu alma desdeñada, siendo un lacerar constante sin piedad de suplicas sin fundamentos, en donde aquellos que conviven con el miedo sucumben sin miramientos. Sin rastro de humanidad, Vltimas descabezó a todas las animas que en estado catártico llenaron el lugar y a cada uno de los insanos que repletaron el Cariola, la incandescencia estalló en sus rostros volviéndolos rocosos. 

MASSACRE

Las hordas infernales elevaron al proscenio a uno de sus principales elementos, ese que al tocar el suelo vuelve azufre el pavimento, la horda demoníaca abre sus alas y al pisar el escenario del Fatal Prediction Fest III, el cielo se oscureció por completo, el aire entregó brisas sulfurosas y cada maldito ser escuchó en sus tímpanos como el cielo volvía a caer.

Massacre fue el bastión que siguió destruyendo hasta cerrar una noche inundada por una ebullición de Metal soberbia llena de esa maldita esencia que transpiró muerte y derrochó historia. Massacre emergió desde la cerrazón más profunda para inundar esa porción de maldita tierra, en un manto de corroído Metal, con esa putrefacción llena de disonancia que le permite avasallar con todo bastardo que quiera plantar algún atisbo de humanidad.

Massacre es una leyenda del Death Metal, agrupación que es capaz de reinventarse y sonar cada vez mejor con un frontman que entrega calidad y fiereza, Kam Lee se demuestra versátil en el escenario, llevando la batuta de la carnicería que transpiro pura sangre maldita. Todo esto se suma a la tremenda calidad que Carlos González entrega, en esos lóbregos sonidos llenos de perversidad que envuelven cada oscuro y lóbrego riff, formando una amalgama sonora que revienta sesos y encandila lamentos, el bajo en un constante galopar sembró de miedo a la planicie la cual se dedicó a machacar.

Es allí es donde la soterrada ausencia de luz no da tregua, emergiendo la abominación sobre la tierra, Massacre aplaca todo intento de escape a la expiación por un alma desdeñada, siendo un lacerar constante sin piedad de suplicas ni fundamentos, en donde aquellos que conviven con el miedo sucumben sin miramientos.